LA LEYENDA
Dice la leyenda que en 1537 los frailes Sebastián de Tolentino y Nicolás Perea, de la orden Agustina, evangelizaban la región de Malinalco y Ocuilán donde se enteraron de que en una cueva cercana a Chalma se veneraba al dios Oxtoctéotl (dios de la cueva) con sacrificios humanos. Pidieron a los nativos que los condujeran a la cueva y observar tan diabólicas escenas, enseguida emprendieron la tarea de evangelizar toda esta región y destruyeron el ídolo exhortándolos a venerar a Jesucristo. Al tercer día regresaron y vieron con sorpresa que en el lugar que ocupaba el ídolo se encontraba la imagen de un Cristo negro (algunos dicen que alguien la puso ahí). El Cristo permaneció en ese lugar hasta 1664, cuando se le coloco en una ermita construida especialmente para su veneración.
Hoy esa capilla se conserva pero con una imagen de San Miguel Arcángel, pues el Cristo negro, hoy Señor de Chalma, fue trasladado al santuario actual, ya que la necesidad de contar con un templo de mayores proporciones, en el siglo XVII el fraile Diego de Velásquez emprendió la construcción del actual Templo, en un sitio mejor ubicado, el cual fue concluido en el año de 1683. Para el siglo XVIII la obra sufrió algunas transformaciones que le dieron el estilo neoclásico que actualmente posee.
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El santuario está situado al fondo de una barranca (la barranca de Ocuilan al sur del Estado de México,) donde concurren miles de personas año con año, con peregrinos que vienen de diversos estados del país e incluso del extranjero. Entre las principales peregrinaciones son las que salen de los estados de Querétaro, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y de la Huasteca.
El pueblo de Chalma se encuentra a unos 70 km al sureste de la ciudad de Toluca y entre las peñascosas montañas que descienden del parque Nacional Lagunas de Zempoala. Gracias a su clima esta zona es muy frondosa dándole un bello ambiente natural, esto ofrece una amplia gama de posibilidades al aficionado a la naturaleza y los aventureros que gustan de explorar las peñas y escalar, recorrer bosques y nadar en balnearios.
En el año de 1783 le fue otorgado el titulo de Real Convento y Santuario de Nuestro Señor Jesucristo y San Miguel de las Cuevas de Chalma. La obra arquitectónica ha sufrido algunos cambios a través del tiempo pero aún es posible admirar su fachada neoclásica, dotada de altas y gruesas columnas.
La gente viene especialmente a venerar la imagen de un Cristo colocado en el altar mayor rodeado de una interesante decoración en otros altares y figuras vegetales en el interior del Templo. En la sacristía se encuentra la imagen del Santo Niño del Consuelo que se dice es también muy milagroso.
Hay una pequeña sala donde se exhiben exvotos, recuerdos, dibujos y letreros, algunos ya muy antiguos, todos relacionados con la devoción religiosa.
Anexo al templo se encuentra el ex convento y una hospedería para los peregrinos, todo frente al amplio atrio donde se puede escuchar el sonido de los peregrinos entre cantos y tambores. Esta hospedería es un amplio espacio construido en desniveles. Posee arcos y terrazas, y está destinado para el descanso de los viajeros. Conocido como sitio de oración, aquí se realizan diversas actividades religiosas y culturales.
La concentración de danzas en el atrio es muy rica puesto que reúne a peregrinos de todo el país. Los cuales aprovechan el viaje para recorrer el lugar, bailar y comprar imágenes, recuerdos y artesanías.
EL AHUEHUETE
Viniendo por Ocuilán y antes de llegar a Chalma se encuentra el Ahuehuete, lugar de gran tradición. Se trata de un gran árbol que, dicen, tiene 227 años de edad y mide casi 40 metros de altura. Son necesarias diez personas para rodear su ancho tronco. En este lugar brota un manantial donde la gente se “purifica”.
Este tipo de árbol era considerado sagrado entre las culturas prehispánicas, y quizá sea por eso que la costumbre aun siga asociada a las celebraciones presentes y siga arraigada entre las personas.
Los peregrinos, cuando por primera vez visitan el santuario, deben detenerse en este ahuehuete, donde brota un manantial y bañarse en él (sincretismo de purificación), y una vez limpios se coronan con flores y bailan bajo su agradable sombra al ritmo de la música que la gente toca.
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